El día en el que un ministro anunció el final de la Filosofía

por | Abr 30, 2020 | 0 Comentarios

Salvador Illa, y creo que a estas alturas a nadie se le escapa, es el ministro de Sanidad. Aunque eso —siendo importante, que sin duda lo es— no resulta relevante para esta entrada del blog. El dato fundamental aquí es que Illa, que lleva algún tiempo ejerciendo como político, es filósofo de formación. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Barcelona para más señas. Que eso sí que cuenta.

El caso, y a lo que vamos, es que hace un rato, durante una de las usuales ruedas de prensa que se ofrecen con motivo del Covid-19, el ministro ha sido preguntado por cuestiones diversas sobre el fin del confinamiento. Las típicas dudas que a todos nos pueden asaltar en un momento dado sobre si de aquí en adelantes podremos salir de casa para dedicarnos a tal o cual cosa. Y la novedad que ha revelado el ministro —soy absolutamente estricto en la cita— es que «mañana se presentará una guía con todas las preguntas y respuestas posibles».

Por si alguien lo duda, es literal. «Todas» y «posibles», así como suena. Esas han sido las palabras elegidas por nuestro ministro filósofo —imagino que sin intención de decir lo que ha terminado diciendo— para la frase de marras. Que algo pretenciosa, coincidirán conmigo, sí que es.

Le aseguro al lector que yo, que andaba liado en otras cosas y con la tele de fondo, he saltado atónito. Pensando en primer lugar en el tamaño enciclopédico que vendría a tener el documento dichoso si de veras se pretende responder a «todas» las preguntas posibles. Megas y megas de datos, en una sucesión interminable de páginas que a ver quién sería capaz de manejar con algo de soltura. Porque posibles, lo que se dice posibles, se me ocurren a mí muchas preguntas. Con mayor o menor nivel de pertinencia o interés, si ustedes quieren, pero posibles todas ellas al fin y al cabo.

Luego, tal vez por deformación profesional, me ha venido a la cabeza aquello que suelo apuntar a mis alumnos al inicio de curso sobre que la Filosofía no es sino el constante e infinito preguntarse sobre las cosas y que cada respuesta encontrada lleva directamente y de seguido a suscitar nuevos interrogantes.

No he podido evitar entonces el pensamiento —no tengo muy claro si gozoso o inquietante— de que un trabajo así, la solución a todas las dudas posibles, sería en definitiva y por agotamiento el final de cualquier forma de Filosofía. Algo así como las viejas summas medievales, solo que llevadas a su máxima expresión. Y que como si un Fukuyama de lo filosófico se tratase, lo que Salvador Illa nos ha enunciado no es sino la muerte de la Filosofía. Por cumplimiento de objetivos, para más inri. The end Aristóteles, Kant o Žižek. Si todo tiene ya su respuesta, bajemos la persiana quienes nos dedicamos al negocio este de filosofar y ocupémonos en lo único que nos deja el ministro, la Historia —o arqueología— de lo que fue en tiempos la Filosofía.

Por supuesto —y afirmar cualquier otra cosa sería ciencia ficción— no se trata sino de una forma de hablar. De una frase hecha o de un gazapo menor, que resulta eso sí curioso cuando sabe uno que es un titulado en Filosofía quien habla. Prueba, y volvemos al tema ya muchas veces tratado en el blog, de lo bien poco que cuidamos nuestro maravilloso idioma. Ministros incluidos.

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