
Me importa un comino
A Montserrat Bassa le debemos un discurso que tal vez —aunque vaya usted a saber dónde terminará la cosa a la vista de cómo la gastan últimamente nuestros próceres— acabe siendo de lo más bochornoso que se haya pronunciado jamás en el Congreso de los Diputados. De los que pasan a la historia y no desde luego para bien. Porque mucho me temo que la afirmación de su señoría diciendo que «le importa un comino la gobernabilidad de España» es de las que van a ser recordadas durante mucho tiempo.
Vaya por delante que el sentido del voto de la Bassa no es objeto de este comentario. Y que por parte de un servidor, tan respetable es que la susodicha vote «sí», como que vote «no» o que se abstenga si es que así le place. Opciones válidas son todas ellas y no va de eso este artículo. Palabrita del niño Jesús.
Lo que a uno le cabrea hasta decir basta es que alguien que cobra por ser diputada —a fecha de hoy el cargo creo que sigue siendo remunerado— muestre ese desdén tabernario que ha exhibido Montserrat Bassa acerca del que debería ser principal objetivo de su trabajo: contribuir en una sesión de investidura a que tenga la nación el mejor Gobierno posible, sea éste del signo que sea. O lo que es lo mismo: trabajar para lo que nos pagan. Como hacemos cada uno en nuestro puesto y faena, con responsabilidad y muchas veces con sueldos muy por debajo del que cada mes y a cargo del «represor Estado español» se embolsa la tal Montserrat sin perdonar un solo céntimo. Que la pela es la pela y seguro que lo de la cobranza a fin de mes, eso sí, no le importa un comino a la congresista. Aunque sea de España de donde venga la transferencia. Que a la hora de embolsar los melindres son menores.
Hoy hemos visto diputados —un saludo, Tomás Guitarte— que han votado de forma
coherente con su cargo. Cumpliendo su deber a pesar de la presión de pintadas y la avalancha de correos intentando torcer su intención. Hemos visto a quienes han ido a votar por encima de la enfermedad —mis mejores deseos, Aina Vidal. Que vaya todo bien— y a quienes han votado en sentido absolutamente contrario pero también en conciencia. Incluso jugándose su carrera como ha hecho Ana Oramas. A todos ellos estoy seguro de que sí les importa la gobernabilidad de España. Y su estabilidad, que es también la estabilidad y el bienestar de esa gente a la que
otros dicen representar.
Cuando la señora Bassa nos lanza a la cara que la gobernabilidad de España le importa personalmente un comino, lo que está diciendo desde esa privilegiada tribuna que es el Congreso es que le importa un bledo el paro. Que le importa una mierda nuestra sanidad o nuestras pensiones y que se pasa por el arco del triunfo la calidad de vida de todos aquellos que le pagan su privilegiado sueldo. Que ella y sus problemas personales están por encima de todo eso y que a los demás, pobres mortales, nos pueden ir dando con nuestras pequeñeces. Esas que a ella se la traen absolutamente al pairo porque tiene problemas y dolores mayores.
Hay muchas formas de interpretar la política. Y desde la honestidad —créame, señora Bassa que se lo digo desde la honestidad— caben casi todas. Las de quienes hoy han votado «sí» a Sánchez con la ilusión de un programa progresista y las de quienes han votado lo contrario porque en su forma de entender las cosas era mejor ese «no» para todos. Incluso las de quienes se han abstenido, como el propio grupo de Esquerra, porque pensaran que eso es lo adecuado. Lo que sin embargo no cabe —créame, señora Bassa que no cabe— es la actitud del político al que la gobernabilidad le importa un comino. Porque la gobernación, al menos como se entiende en democracia, está para solucionar los problemas de todos y despreciarla es decir que el bien común a usted se la trae floja. Y que no cree usted por tanto en la democracia.
Sobre sus cuestiones personales, señora Bassa, al Congreso se viene llorado de casa. Se viene a trabajar por el bien común y no a reivindicar los temas privados de cada uno o a ejercer particulares vendettas. Me permito recordarle que no cometer delitos, máxime cuando uno ha sido avisado por los tribunales, es la mejor garantía que tiene cualquiera para no acabar en prisión. A lo mejor se lo puede comentar usted a su hermana la próxima vez que la vea «tras el puto cristal». Quizá a usted, por lo de ser familia, le haga más caso.

Ha nacido una estrella
Mucho me temo que el bochornoso espectáculo montado por Saray en Master Chef, y no suelo equivocarme en estas cosas, terminará dando lugar al nacimiento de una nueva estrella televisiva. Otra más para ese bien nutrido catálogo de rarezas mediáticas que en este...
El día en el que un ministro anunció el final de la Filosofía
Salvador Illa, y creo que a estas alturas a nadie se le escapa, es el ministro de Sanidad. Aunque eso —siendo importante, que sin duda lo es— no resulta relevante para esta entrada del blog. El dato fundamental aquí es que Illa, que lleva algún tiempo ejerciendo como...
La tilde perdida y el modo en el que cambia de significado una frase entera
Vamos con otro de esos simpáticos gazapos —por decirles algo, ya saben lo que opino del asunto— que de vez en cuando se cuelan en los subtítulos de la tele. Quien siga el blog conocerá lo mucho que me gustan este tipo de cosillas, a las que ya dediqué en su día una...
Con la sensibilidad en el culo
La entrada de hoy, y eso conviene dejarlo claro desde un principio, viene con cabreo incluido. Con uno de esos cabreos monumentales que toda persona sensata se ve obligada a coger de vez en cuando al toparse con ciertas muestras de gilipollez infinita que no sabe uno...
Comentarios recientes